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Cuba, la provincia olvidada
¡Viva Cuba libre con España ! y ¡Viva el general Prim ! ¡Abajo las contribuciones !
Con estas declaraciones engañosas dadas en diferentes puntos del Departamento Oriental empezó la primera guerra civil de Cuba. Las noticias de lo ocurrido en la Península, recibidas en La Habana junto con las de los sucesos de Lares, se trasmitieron rápidamente a los afiliados en las logias masónicas del Camagüey y del departamento Oriental.
Pero para el Teniente Gobernador de Bayamo, Don Julián Udaeta, la esperada asonada de principios de octubre, liderada por Céspedes, no representaba una gran amenaza. Las cosas se calmarían por sí solas porque la gente de bien hablando se entiende ; y si no bastara el interés general para atemperar los ardores insurrectos, la tropa acantonada en Manzanillo enseguida le pondría coto a la revuelta.
Cuando días más tarde entregó sin disparar casi un tiro la ciudad a sus « paisanos », todavía creía que sus « hermanos » escucharían la voz de la razón antes de que fuera demasiado tarde ¿Acaso no eran todos españoles unidos por el interés común del Progreso de la Patria ?
Foto de portada, Llegar a viejo en Cuba, por Denys Almaral.
España contra los salvajes
La guerra civil iniciada en 1868 en la provincia de Cuba, no es un capítulo tan glorioso en la historia de España como se ha querido hacer creer de un lado y de otro del Atlántico. Tampoco es tan conocido como se suele pensar. Por el lado insular pueden comprenderse los burdos intentos de reescritura que pueblan los libros de texto, y que han contribuido a deformar la percepción que tienen de sí mismas varias generaciones de españoles de Cuba. Pero por la parte peninsular la historia no ha ido mejor encaminada, porque ¿no son acaso los gobiernos que se han sucedido desde la muerte de Fernando VII a quienes incumbe la responsabilidad de la pérdida de las provincias ultramarinas? Es por tanto, mucho más cómodo, intentar hacer tabla rasa de un pasado –con el riesgo que comporta la repetición de la historia-, que la de señalar a los verdaderos responsables. No vaya a ser que desenredando la madeja se descubra que son los mismos que todavía tiran de los hilos del Estado español.